Y dicen que el fin de algo es el comienzo de algo mejor, llegan las navidades y poco a poco, demasiado poco a poco, se despide de la gente y marcha para su ciudad. Allí le esperaban muchas mesas y sillas, y folios, mirar como el reloj pasa y siente que no avanza, que aunque la dichosa manecilla gire en el sentido que le corresponde él no lo hacía igual. Pensaba en el estar suspendido en el aire, encima de una ligera cuerda que le mantuviese inmóvil sobre la inmensidad.
Pensaba en lo que podría hacer y no hace, en lo que le gustaría hacer y no hace, pero sabe que es lo mejor, que como dice la gente, sin tener ni idea, que es lo que toca. (¿Le toca a quién?). Su clase, su residencia, donde pasaba todo el día y noche y si le apurabas las tardes, en donde ya no era de día, por supuesto, donde el manto oscuro de Madrid, hacia desaparecer todo lo que el sol nos muestra como obvio para tranfsormarlo en algo enigmático y sorprendente. Y era en esa clase, donde sus compañeros los que le saludaban todos lo días y tenían para él una sonrisa. Se va, pero sabe que en siete días los tendrá de nuevo
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"Je peux etre un peu hippie, mais alors c'est l'amour, beacoup beacoup d'amour. "
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